Polémica en la Lucha Libre Mexicana por taller de expresión corporal y teatro para luchadores
La Lucha Libre mexicana entró en una enorme polémico debido al anuncio de un taller en línea de teatro y expresión corporal dirigido a luchadores, impartido por el luchador yucateco Steel Dragon, con la colaboración de Diosa Quetzal.
Algunos maestros del deporte y varios luchadores han compartido una imagen del taller desacreditando y muy ofendidos por considerarlo una falta de respeto a la mística de la lucha libre mexicana profesional. Incluso algunos compartieron reclamando que un luchador no se forma por medio de “clases en línea”, o que los entrenamientos de lucha libre “no contienen clases de teatro”.
Entre los comentarios que alcanzaron mayor viralidad se encuentra el del profesor Negro Navarro, que compartió una captura de pantalla diciendo “No se dejen engañar” y también el de la luchadora Baby Angelita, que lanzó una dura crítica que fue respondida con todo por Diosa Quetzal, la cual explicó sus razones por las cuales apoya el taller.
En medio de tanta controversia nos adentramos en una batalla interminable entre puristas y una nueva generación que entiende que el deporte espectáculo es visto desde unos ojos muy diferentes en pleno 2020, en un mundo globalizado que ha sido invadido por las redes sociales.
A nivel internacional la lucha libre ha cambiado y ahora además de la técnica tradicional se suman elementos importantes de construcción de personaje, manejo del público e incluso “storytelling” y psicología del ring. La realidad es que ahora el público es más exigente, pues en un proceso natural ha entendido un poco más a fondo la manera en la que la lucha libre funciona y lejos de alejarse de ella, ha resultado más interesado, pero también pide mayor calidad en todos los aspectos.
Hoy por hoy, prácticamente cualquier arena, por más pequeña que pueda ser, cuenta con personas que hacen uso de sus teléfonos móviles para grabar, fotografiar y compartir. Además, no están aislados del mundo, pues comparan toda la acción con la de las principales empresas mexicanas e internacionales. Un luchador se enfrenta ahora en todo lugar a las cámaras y a la opinión pública, y si no tiene un buen personaje y expresión corporal, genera mucho menor interés, aún teniendo toda la habilidad.
En pocas palabras, un luchador sin manejo de su personaje, se ha quedado atrapado en el tiempo y aunque pueda ser reconocido como una figura del pasado o una gran maestro, no podrá conectar con una nueva generación. Es así de simple y así de sencillo.
Un ejemplo brutal de esto es el éxito que han tenido en Estados Unidos Ángel Garza y Humberto Carrillo, que en México, años atrás eran fuertemente criticados por sus colegas luchadores, los cuales sin piedad los llamaban “payasos” y tiraban al ridículo todas sus acciones. Hoy por hoy, son estrellas internacionales y también cuentan con la habilidad dentro del ring para estar en la cima de la WWE.
Steel Dragon es un luchador yucateco, de 23 años de edad que ha podido participar en giras con DTU y librado algunos combates con IWRG, además es Lic. en Teatro por la Escuela Superior de Artes de Yucatán. En el circuito local es reconocido por su técnica y también por su carisma con el público.
Según hemos podido averiguar, el taller iba dirigido para luchadores locales y para gente cercana del centro del país próxima a debutar. Desgraciadamente los mismos colegas, compartieron capturas de pantalla con luchadores experimentados, buscando la controversia y la confusión.
El autor del taller es un licenciado que tiene todas las de la ley para compartir su conocimiento y además es un luchador profesional. Los luchadores tienen todo el derecho a tomar o no tomar el taller, pero no pueden desacreditar, sobre todo si desconocen su contenido. Tampoco pueden pretender que los aficionados y analistas nos quedemos al margen y no opinemos al respecto… Sería como decir que si no estás enfermo de cáncer, no puedes ayudar con la investigación de medicina para curar la enfermedad. Eso es un atentado contra la libertad de expresión y también es tomar al aficionado como un agente pasivo, que quizá hace años así era, pero ahora no lo es, ni lo será.
Si bien quizá el taller debió difundirse en interno para no “herir susceptibilidades”, es evidente que la intención de este nunca fue decir que “la lucha libre es teatro”, ni tampoco que un luchador se hace simplemente con un “curso en línea de actuación”. Es lógico que el autor quiso ofrecer herramientas para que sus futuros colegas puedan desenvolverse correctamente ante las cámaras y ante la afición, y puedan tener algunas buenas ideas para desarrollar su personaje. El autor nunca se llamó un “gran maestro” ni tampoco se proclamó como “leyenda del entretenimiento”, porque es claro que todo iba dirigido para luchadores próximos a debutar y talentos que aún están en su circuito local.
Lo que evidencia esta situación, es la falta de tolerancia en el mundo de la lucha libre profesional, también la mentalidad cerrada de muchos luchadores, ya sean maestros o alumnos, pero sobre todo, la mala fe que existe en el medio, que busca el conflicto, la controversia y que se ha olvidado de ofrecer un buen espectáculo deportivo a los aficionados.
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